A principios de los años 90, Porsche enfrentaba una de las crisis más graves de su historia. Las ventas cayeron de casi 60,000 unidades en 1986 a poco más de 15,000 en 1993, y las pérdidas superaban los 180 millones de dólares. Con una gama envejecida y un 911 obsoleto, el futuro de la empresa alemana era incierto.
En ese contexto, el ingeniero alemán Wendelin Wiedeking, que había trabajado en producción en Porsche y luego en la industria de componentes, volvió a la compañía en 1991 como director de producción. Convencido de que el modelo japonés podía salvar a la empresa, organizó un viaje para directivos y empleados a las fábricas de Toyota, Nissan y Honda. Allí conocieron de cerca la metodología “Just in Time” que impulsó la competitividad de la industria japonesa.
En 1992, como CEO, Wiedeking contrató a la consultora japonesa Shingijutsu Global Consulting (SGC), formada por discípulos directos de Taiichi Ohno, creador del sistema de producción de Toyota. Su diagnóstico en la planta de Zuffenhausen fue claro: exceso de inventario, procesos ineficientes y estructura organizativa sobredimensionada.
Las primeras medidas fueron firmes: se redujo el inventario de piezas de 28 a 7 días de producción, se eliminaron estanterías para agilizar el trabajo y se mejoraron los recorridos de los operarios en la línea de montaje. Además, se estableció el objetivo de ensamblar autos sin defectos, evitando ajustes al final de la producción. Como resultado, en julio de 1994, Porsche fabricó su primer vehículo sin fallos y el tiempo de montaje bajó de 120 a 72 horas.
La reestructuración también afectó al personal: un tercio de los gerentes fue despedido, el resto asumió nuevas funciones y la plantilla total se redujo un 19%. Además, se tomó una decisión estratégica: abandonar los modelos transaxle y centrar la gama en el 911, mientras se desarrollaba un nuevo deportivo de entrada, el Boxster, que compartiría gran parte de su ingeniería con la nueva generación del 911.
El lanzamiento del Boxster en 1996 no solo atrajo a nuevos clientes, sino que fortaleció la imagen de la marca al asociarse con el legendario 911. La optimización de costos y procesos permitió a Porsche recuperar su rentabilidad y preparar el siguiente gran paso: el desarrollo del SUV Cayenne, que desde 2002 consolidó su posición en el mercado global.
Hoy, esta colaboración con Toyota se considera un ejemplo de cómo una marca europea de lujo pudo renacer adoptando métodos de eficiencia japonesa. El “Just in Time” no solo salvó a Porsche en los 90, sino que transformó su cultura productiva y estrategia empresarial para siempre.